No hace mucho leí en un periódico la historia de J que soñaba con una ciudad.
Atravesó guerras, desiertos, desencantos, y, al final de sus días, en sus últimos años, iba a cumplir por fin ese sueño mil veces recorrido.
La noticia termina antes de que J ponga pie en el destino escrito como un verso en un billete de tren que compró en su infancia en alguna estación de la memoria.
No sé si habrá llegado cuando escribo esto, si estará recorriendo las calles de otro tiempo y otra vida, si tendrá por fin ese sueño entre las manos.
Y después, mucho después, una vez dejado el periódico y las horas sobre la mesa, he pensado en mí, en todos los que andamos por el mundo con un billete en las manos, comprado alguna vez en alguna estación de la memoria. Y, antes de dormirme, he soñado con un tren blanco y veloz, con una niña sentada junto a la venta que mira a lo lejos, muy lejos, hacia un lugar tras las montañas
De Lys*
1 comentario:
Bellísimo escrito.
También sueño cosas así, sencillas pero con un significado que se escapa como la mirada de esa niña hacia las montañas.
Saludos.
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