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jueves, 22 de octubre de 2009

Ya entonces era difícil. ¿O era más difícil entonces?

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Duerme usted? - preguntó suavemente Cicerón. Los cadenciosos movimientos de la litera le producían somnolencia.

-No, contestó Graco. Tan sólo pensaba

-Sobre importantes asuntos de estado?

-Sobre nada que tenga importancia. Pensaba en una vieja leyenda, un cuento muy viejo y tonto como suelen ser siempre los cuentos.

-Por qué no me lo cuenta?

-Estoy seguro de que le aburriría.

-No creo...

-Es una historia moral y nada hay más aburrido que un cuento moralizador. ¿Cree usted que los cuentos moralizadores tienen cabida en nuestra sociedad, Cicerón?

-Están bien para niños pequeños, de todas maneras me gusta escucharlos.

-En ese caso se lo contaré- dijo Graco sonriendo. - Digamos que esto ocurrió hace mucho tiempo, cuando las virtudes eran posibles. Se refiere a una madre que sólo tenía un hijo. Era alto, bien formado y bien parecido y ella lo amaba más que madre alguna haya amado jamás a un hijo. El sol nacía y se ponía en él. Entonces él se enamoró. Perdió su corazón en manos de una mujer que era tan perversa como hermosa. Y como era muy perversa tenga por seguro que era hermosísima. Para el hijo no tenía ella, sin embargo, ni una mirada.

-He conocido algunas mujeres así- dijo Cicerón.

-El joven se volvió loco, y le prometía riquezas y castillos, amor eterno y cosas por el estilo como poner el mundo a sus pies. Eran cosas algo abstractas y ella le dijo que nada de eso le interesaba.
En cambio pidió un regalo que estaba en sus posibilidades el satisfacerlo..

-Un regalo corriente?- preguntó Cicerón.

-Un regalo muy sencillo. Le pidió que le trajera el corazón de su madre. Y él lo hizo. Tomó un cuchillo lo hundió en el pecho de su madre y le arrancó el corazón. Y entonces avergonzado por el horror de lo que había cometido y muy nervioso, salio corriendo por el bosque en que vivía la malvada mujer. Mientras corría tropezó en una raíz y cayó, y, al caerse el corazón saltó de sus manos. Corrió para recoger el corazón que había de darle el amor de aquella mujer, y al inclinarse oyó que el corazón le decía: -¿Hijo mío, hijo mío, te hiciste daño al caer?

Ante el silencia de Graco, preguntó Cicerón –

-¿y entonces? -

-Eso es todo. Ya le dije que era un cuento un poco tonto-

-Ese no es un cuento romano. Nosotros. Nosotros los romanos no somos dados a perdonar.

-No se trata de perdón, sino de amor.

-¡Ah!

Conversación tomada de el libro ESPARTACO de Howard Fast.

jueves, 1 de octubre de 2009

El infierno




El cielo y el infierno no existen, al menos no en el sentido tradicional. Los cielos no están habitados por personajes etéreos vestidos con largas ropas blancas tocando la lira,menudo infierno sería eso...

El cielo y el infierno son metáforas, y de hecho son tan buenas que funcionan hasta para los incrédulos. En eso reside su fuerza: ejercen poder sobre los actos, los pensamientos, y la imaginación de muchas personas. Pero yo he visto el infierno, sí, lo he visto y es... algo así como un gran club que ocupa una gran manzana en medio de la nada.

En el piso superior están los buenos, los, inteligentes, los gregarios. Todos los que murieron pensando que nunca cometieron pecados. Gozan de su propia compañía. Se lo imaginan... para siempre!

Un poco por debajo de ellos estás los diseñadores gráficos, parásitos de internet y los asistentes sociales, directores de O.N Gs... su pecado: el orgullo desmedido. ¿ Su castigo? La uniformidad. Todos vestidos a la moda exactamente igual. Perfectamente insufrible., también andan por allí los sibaritas comiendo comidas presentadas de forma fascinante, pero sin sabor. Hay un apartado para aquellos que se han permitido ser victimas, como algunos hombres y mujeres que se han casado por intereses con personas sin ninguna catadura moral. Y otro para para aquellos que siempre han hecho lo “correcto” sin jamás escuchar consejo.

En un nivel más bajo están reservado para los santos, ganadores de premios Nobel y los héroes, todos padecen de espasmos convulsivos de sus propias mentes, por que eso sí, no hay brasas, llamas,potros de tortura o pozas de excrementos. Las torturas más crueles fueron siempre mentales.

Los santos se contorsionan pero no por los látigos y clavos, si no por sus demonios personales.

Muy, pero muy por debajo de todo vi a los directores, ejecutivos y consejeros de banca, nadie se metía con ellos tan sólo estaban sentados ante enormes cofres contando dinero, pasándoselo de unos a otros por toda la eternidad. Nada nuevo. Su castigo: contemplar a millones de niños y hombres morirse de hambre, y sentir el hedor de los cuerpos que se apilan hasta sus mismas narices. Nada nuevo, pero ahora los ven y los huelen.

Como ya lo he dicho todo es una metáfora.