A mí me gustaría seguir siendo niña, y como ya no lo soy, sólo me queda fingirlo, y a veces lo intento.
Me ayuda mucho en ello la amenaza aprendida a fuego, pendiente de mi cabeza:
“Cuidado con apartarte, el precio - nos lo han dicho mil veces- sería insoportable: la soledad, el desprecio, el desamor, la desprotección el abandono…” a sí y todo cuando despierto de mi sueño infantil, echo a caminar, insegura porque no conozco mis fuerzas y porque me acompaña una dolorosa intuición:
un día descubro que los que creía mis protectores en mi fragilidad no eran, en realidad, verdaderos amigos. Y de este modo aprendo a soñar cada vez menos, algún día le daré a mi niñez un funeral digno