Los enamorados se comportan de la misma manera en todas partes del mundo, aunque a cada uno le parezca que lo vive de una forma única.Sin embargo ese estado de“imbecilidad transitoria” en palabras de Ortega y Gasset no se puede mantener bioquímicamente por mucho tiempo. En ese sentido no hay duda: el enamoramiento es una enfermedad. Tiene su propio rosario de pensamientos obsesivos y su propio ámbito de acción.
En el sistema nervioso todo es impulso y oleaje químico. Aquí residen el miedo, el orgullo, los celos, el ardor y por supuesto el enamoramiento. A través de nervios microscópicos los impulsos se transmiten a todos los capilares y glándulas sudoríparas del cuerpo, a las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales.
El organismo entero esta sometido a un bombardeo, las órdenes se suceden a velocidad de vértigo: ¡constricción!, ¡dilatación!, ¡secreción!, ¡erección!, ¡orgasmo! todo es urgente, efervescente, impelente… Aquí no manda el intelecto ni la razón. Es el reino del siento-luego- existo, de la carne. Un territorio donde la razón es una intrusa.
(Jacinto Benavente)